domingo, 19 de junio de 2011

BIENAVENTURANZAS

Con un manifiesto que comenzaba sencillamente, “Somos personas normales y corrientes”, se convocó una manifestación el 15 de mayo cuyo éxito sorprendió. Convertido en un movimiento conocido como el 15-M, ha llamado la atención con las acciones desarrolladas a partir de esa fecha, particularmente la ocupación de las plazas en numerosas ciudades.

“Unos tenemos ideologías bien definidas, otros nos consideramos apolíticos… Pero todos estamos preocupados e indignados por el panorama político, económico y social que vemos a nuestro alrededor”, se decía en el manifiesto. En sus propuestas no se leerá nada que no haya sido ya dicho. Calificado como la “nueva utopía”, definido como apartidista y asindical, el movimiento surge en Internet y se organiza por asambleas y desde plataformas ciudadanas diversas.

-¡Se me volvieron todos ustedes anarcoides, che!
-¡Guay! ¿No?

Cuenta Mateo, en una biografía autorizada, que a Jesús de Nazaret le seguía, en cierta ocasión, una gran muchedumbre. Viendo tal gentío, subió a un monte, se sentó, se le acercaron sus discípulos y abriendo la boca les adoctrinó diciéndoles las ocho bienaventuranzas. Tras las cuales continuó con una larga serie de exhortaciones. Sus exégetas no han dejado de comentarlas hasta convertirlas en ríos de tinta. Precursor del apartidismo (“Mi reino no es de este mundo”, dijo, según Juan, otro biógrafo oficial), fundó una religión exitosa. La hermenéutica del 15-M ocupa también más páginas que las escritas por sus promotores, que predican “una Revolución Ética” en un folio.  Su organización asamblearia ha facilitado numerosas franquicias. Cada adhesión constituye una interpretación y contiene un programa a medida, siempre en la pureza, medida por su apartidismo y asindicalismo. Pero no hay conflicto puro, es decir, no hay conflicto social sin ideología y, menos aún, sin la participación organizada de las fuerzas del trabajo, que decían los clásicos. Lo demás es religión.