viernes, 16 de agosto de 2013

Circo

Un hombre de 46 años falleció el 17 de julio por la noche tras participar en un concurso de bebedores de cerveza en Gea y Truyols, pedanía del Ayuntamiento de Murcia, “después de ingerir una considerable cantidad de esta bebida alcohólica, según testigos presenciales”. El evento formaba parte del programa de fiestas. El suceso “ha hecho que las fiestas de Balsapintada (Fuente Álamo, Murcia) se haya quedado sin su tradicional maratón de cerveza”, previsto para el día dedicado a la juventud. Entre las actividades de esa jornada se anunciaban la “Final de Trivial Pursuit”, “Gran Ghynkana por todo el pueblo”, “Juegos tradicionales de Balsapintada: Suelta de Cochinillo, Gran carrera de gusanos picantes, Juegos y pruebas sorpresa”, y “Pan con Sobrasada” a las   3 h.

-¡Pan, sobrasada y circo…!
-¡Para ti, Juventud, divino tesoro…!

El mal gusto y el arte tienen en común, escribió Umberto Eco, que todo el mundo sabe perfectamente lo que son, pero nadie es capaz de definirlos. Con buena parte de las fiestas que asaltan los pueblos y ciudades de España en verano,  acordaríamos un paradigma del mal gusto, pero nadie sería capaz de responder dos preguntas inevitables: aunque pocas personas se reconocerían como ejemplos de mal gusto, ¿por qué son multitudinarias? ¿Multitudinarias las convierte en fiestas populares? Cuando el programa de fiestas se transforma en una escaleta del mal gusto, se acerca a esa cultura del entretenimiento de los mass media que atornilla en un consumismo pasivo, incluso con ropajes propios de la vanguardia –alta cultura-, porque lo visten con disfraces aparentemente novedosos o transgresores. Bajo el paternalismo de dar al pueblo lo que al pueblo gusta (una manifestación de elitismo), las fiestas se desarrollan en un gran plató en el que se incentivan “los instintos sádicos del gran público” (Eco), nueva versión del circo romano.