martes, 28 de julio de 2015

Gente

“No es la izquierda la que va a traer el cambio, sino la gente”, declaró Pablo Iglesias, secretario general de Podemos. Con “una coalición de izquierdas” como el proyecto de Ahora en Común, “ganar las elecciones sería imposible”. Defiende un discurso “de mayorías” y quiere ocupar la centralidad del espacio político. El eje izquierda y derecha no es la clave para cambiar las cosas en este país sino la transversalidad.

Pablo Echenique, secretario general de Podemos en Aragón, escribía en un artículo titulado “Ahora, la gente común”: “Esto va de esa inmensa mayoría de la gente que nunca baja a las asambleas, que no hace campañas, que no milita y no firma manifiestos”. Echenique se autodenomina “activista a tiempo completo”.

-O sea, un político…
-El neolenguaje…

Con su “mensaje de pureza, de alegría y juventud” se anunciaba la actuación en Madrid (1969) del grupo estadounidense Viva la gente, que triunfó con una canción con ese mismo título grabada en un español amartillado. El estribillo decía: “¡Viva la gente!/ la hay donde quiera que vas/ ¡Viva la gente! es lo que nos gusta más./ Con más gente a favor de gente/ en cada pueblo y nación/ habría menos gente difícil/y más gente con corazón”. Viva la gente no es conjunto musical al uso sino una “organización de jóvenes que van por el mundo repartiendo sonrisas occidentales” y desmintiendo que pertenezcan a la CIA o a grupos religiosos o políticos.

Mutatis mutandis pareciera que hablásemos de los llamados partidos emergentes. O de Barrio Sésamo.


Sin ideología, sin conflicto capital trabajo, difuminado el poder en una palabra con significado ilimitado, casta, o en la división arriba y abajo, lo mismo nos da cantar ¡Viva la gente! que, con El Gran Combo de Puerto Rico, aquel ritmo sabrosón de ¡No hay cama pa tanta gente!

sábado, 18 de julio de 2015

Abusones

El Parlamento griego ratificó el acuerdo con los países de la UE presentado por el jefe de Gobierno Alexis Tsipras. Los titulares de la prensa española coincidían en que lo aceptado por Tsipras era mucho peor que la penúltima propuesta rechazada, que había llevado a un referéndum en el que ganó el no promovido por el Gobierno griego. El establishment de los media había apoyado el sí unánimemente, aunque todos hubieran preferido que ese referéndum no se hubiese convocado. En primera, en titulares interiores o en artículos de opinión no dejaron de utilizar el verbo claudicar o el sustantivo claudicación. Los adjetivos dedicados a Tsipras no pasarían la criba del horario infantil.

-¿Por qué hablamos de acuerdo si lo llamamos claudicación?
-Nueva especialidad europea.

La retórica clásica distinguía entre argumentum auctoritatis y argumentum baculinum. La argumentación a palos dejó en el siglo XX europeo millones de muertos; en el siglo XXI, millones de pobres. La auctoritas vigente -financiera, por supuesto- se manifiesta a través de instituciones diversas. Aunque reconocido el demos como raíz de la democracia, quien más ordena dicta desde el Fondo Monetario Internacional o desde el Banco Central Europeo. No falta tampoco en el dictado la Unión Europea. Tres instituciones distintas que, cuando se manifiestan como la troika, se convierten en un único dios verdadero que no diferencia entre auctoritas y baculinum.

Ya en el colegio aprendimos a identificar a los abusones: siempre confundían baculinum y auctoritas.


Como todavía soñamos, van estas palabras de Conrado Varela, maestro en la ficción de Fulgencio Argüelles: “La solidaridad, esa cuerda que nos ata unos a otros y que nos posibilita para avanzar hacia una orilla más justa”. Como todavía cantamos, va esta copla de Chicho Sánchez Ferlosio: “Fuera el abuso,/ fuera los abusones/ y quien los puso”.