miércoles, 23 de noviembre de 2016

Posverdad

El diccionario Oxford ha elegido post-truth como palabra inglesa del año. Se ha traducido como post-verdad en la mayoría de los medios escritos: “La sustancia fundamental de la ‘Post-Verdad’, corrompida y corruptora, es justamente que la verdad ya no importa” o “La comunicación ha entrado en una era que los expertos definen como la de la ‘post verdad política’”. Según la Fundación del Español Urgente, con ese neologismo se denomina a lo “relativo a las circunstancias en las que los hechos objetivos influyen menos a la hora de modelar la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal”. La Ortografía académica recomienda pos- en lugar de post-, unido el prefijo a la palabra que acompaña: posverdad.

-Pos a mí, la verdad es que me suena a mentira, sin prefijos ni sufijos…
-Posí…

Bauman teorizó que vivimos tiempos líquidos. Cuanto representaba la solidez de las ideas se ha licuado a nuestro alrededor. Con el posmodernismo todo había valido en el arte o en la política. Pudo mezclarse lo clásico con lo vulgar y lo kitsch para presentarnos una obra musical o pictórica posmoderna, el socialismo con el neoliberalismo para un programa socialdemócrata. A la política llegó enseguida el posposmodernismo con el proclamado fin de la historia: se acabaron las ideologías (ya ha triunfado una). Perdimos las referencias para distinguir entre una obra de arte y una mamarrachada o un plagio, el socioliberalismo era el salvavidas del socialismo en el naufragio de las ideologías y no su puntillazo, y posverdad renombra la mentira. El diario argentino Clarín lo ejemplifica con la portada de septiembre de The Economist sobre la campaña de Trump: “Post-truth politics: Art of the lie” (Política posverdad: el arte de la mentira). Parafraseando al poeta, La Verdad ya solo es un periódico de Murcia.