martes, 25 de julio de 2017

Venezuela

El portavoz del grupo parlamentario Unidos Podemos, Pablo Iglesias, preguntó en una de las sesiones de control si el Gobierno había cuantificado el coste de la corrupción para todos los españoles. Como en la respuesta el presidente del Gobierno y del PP no diera cifra alguna, Iglesias enumeró en la réplica los casos que involucran al PP y las cantidades que aparecen en las respectivas instrucciones. El diario Público informaba de que globalmente “la corrupción cuesta a los españoles 87.000 millones de euros al año, según un informe conjunto de varias universidades y la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) fechado en 2016”. Rajoy cerró el debate sin dar una cifra, es decir, sin responder la pregunta. Acabó, sí, hablando de Venezuela.

-¡Viva Venezuela!
-¡Viva!

Uno de los divertimentos juveniles de Lorca y sus amigos de la Residencia de Estudiantes fueron los anaglifos. Se componían de cuatro sustantivos; el primero se repetía, el tercero había de ser “la gallina” y el cuarto no debía tener relación con el primero. En esto último, según Alberti, radicaba “la dificultad y la gracia”. Un ejemplo: “El búho, / el búho, / la gallina, / y el Pancreator”. El juego acabó en epidemia y la reiteración pudrió los ingenios y aburrió. Con las preguntas incómodas, Mariano Rajoy sigue el esquema del anaglifo: repite el mensaje de publicista que toque esa semana, sin relación necesariamente con lo preguntado, y concluye como le parece. Quizá tuvo gracia alguna vez su muchachil habilidad para disociar pregunta y respuesta (se adquiere desde edad muy temprana y alcanza la filigrana en la adolescencia). Entre adultos se considera una falta de respeto a quien pregunta. Las repuestas disociadas del presidente del Gobierno en el Parlamento desconsideran la institución, y por repetidas la corrompen. ¿Y Venezuela? ¡La gallina! 

sábado, 1 de julio de 2017

Placenta

Durante la moción de censura contra el presidente del Gobierno, la portavoz del grupo parlamentario Unidos Podemos, Irene Montero, recitó más de sesenta nombres de dirigentes del PP relacionados con casos judiciales, condenados o en fase de instrucción. Con la causa abierta por la destrucción de los discos duros de ordenadores con los que trabajaba su extesorero Luis Bárcenas, el PP ha sido el primer partido político imputado o investigado durante este periodo democrático. El juez De la Mata abrió juicio al PP como responsable civil subsidiario por una caja b. En el auto señalaba delitos de organización criminal, asociación ilícita, falsedad y blanqueo, entre otros. El partido ha tenido que depositar una fianza de 1,2 millones de euros. En mayo de 2014, el juez Ruz acreditó la financiación irregular del PP. Entre 2003 y 2004 Mariano Rajoy fue secretario general del PP, y desde 2004 su presidente.

-¡Qué peste!
-¡Peste que apesta!

En Anatomía de un instante Javier Cercas define “la placenta del golpe” como todo aquello que alimentó el golpe de Estado del 23-F: conspiraciones políticas contra Suárez, mensajes sobre “situaciones de emergencia”, propuestas de un Gobierno de concentración presidido por un militar, o la terminología manejada (“golpe de timón, golpe de bisturí, cambio de rumbo”) en los argumentos que lo justificaban. Para regenerar la placenta de la corrupción, no han faltado ni la propuesta de un Gobierno de concentración (coalición PP-PSOE), ni conspiraciones contra quien se presentaba como alternativa de un partido político y de un presidente del Gobierno que apestarían en una sociedad limpia; tampoco falta la terminología adecuada para apoyarlos (gobernabilidad, estabilidad, crecimiento económico). La placenta del golpe nutrió a los golpistas. La placenta de la corrupción alimenta la corrupción. Mientras la ley mordaza no lo impida, nos aliviará canturrear con Rosendo: “Veo, veo mamoneo”.