El Parlamento griego ratificó
el acuerdo con los países de la UE presentado por el jefe de Gobierno Alexis
Tsipras. Los titulares de la prensa española coincidían en que lo aceptado por
Tsipras era mucho peor que la penúltima propuesta rechazada, que había llevado
a un referéndum en el que ganó el no promovido por el Gobierno griego. El establishment de los media había apoyado
el sí unánimemente, aunque todos hubieran preferido que ese referéndum no se
hubiese convocado. En primera, en titulares interiores o en artículos de
opinión no dejaron de utilizar el verbo claudicar o el sustantivo claudicación.
Los adjetivos dedicados a Tsipras no pasarían la criba del horario infantil.
-¿Por qué hablamos de acuerdo si
lo llamamos claudicación?
-Nueva especialidad europea.
La retórica clásica distinguía
entre argumentum auctoritatis y argumentum baculinum. La argumentación a
palos dejó en el siglo XX europeo millones de muertos; en el siglo XXI,
millones de pobres. La auctoritas
vigente -financiera, por supuesto- se manifiesta a través de instituciones
diversas. Aunque reconocido el demos como raíz de la democracia, quien más
ordena dicta desde el Fondo Monetario Internacional o desde el Banco Central
Europeo. No falta tampoco en el dictado la Unión Europea. Tres instituciones
distintas que, cuando se manifiestan como la troika, se convierten en un único dios verdadero que no diferencia
entre auctoritas y baculinum.
Ya en el colegio aprendimos a
identificar a los abusones: siempre confundían baculinum y auctoritas.
Como todavía soñamos, van
estas palabras de Conrado Varela, maestro en la ficción de Fulgencio Argüelles:
“La solidaridad, esa cuerda que nos ata unos a otros y que nos posibilita para
avanzar hacia una orilla más justa”. Como todavía cantamos, va esta copla de
Chicho Sánchez Ferlosio: “Fuera el abuso,/ fuera los abusones/ y quien los puso”.
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