He perdido las elecciones con el peor resultado de mi
partido desde 1977 y la enfollonadora de guardia de mi partido ya se ha
colocado los galones de enfollonadora jefe, aunque solo sea porque arrastra más
tropa que nadie.
Así que puedo quedarme en una esquina agitando banderines,
banderas y otros trapos que me vayan pasando los míos mientras la ola de la
política del 20 D pasa por encima de mí
y del partido.
También podría tomar la iniciativa, cabalgar la ola del 20
D, liderar un proyecto para una legislatura que represente una alternativa al
que presenta la derecha, el PP, a quien ha presidido el Gobierno que ha
favorecido la desigualdad social, ha empobrecido a la mayoría, ha expulsado de
España a los mejores estudiantes, presidente de un partido corrupto…
Tengo alternativas, cuatro o cinco, las suficientes para una
legislatura de cambio, de progreso. No quiero perder tiempo en esta fase por la
que pasan otros de gritar principios fundamentales, “propuestas de máximos”,
condiciones “sine qua non”. Que sigan trazando las dichosas líneas rojas, que
lo emborronen todo de líneas, que se rallen con tanta rayita roja.
Ofrezco más diputados que nadie para ponerme al frente de un
Gobierno cuyo objetivo sea más igualdad social en los próximos años (hasta
donde lleguemos juntos) y dignifique las instituciones democráticas (garantías
de información, transparencia y control parlamentario). Desde el comienzo hasta
el final, desde la primera reunión con los demás representantes elegidos por el
pueblo hasta el último día de gobierno, si llegara, sólo garantizo diálogo y
negociación (las bases de la política), para alcanzar siempre el mínimo común
denominador de un proyecto común para un proyecto para el común.
De estas cuatro líneas no me sacan ni los emergentes ni los sumergentes, ni la enfollonadora jefe,
ni siquiera los enfollonadores voluntarios… Y paso de la caverna mediática y de
los mercenarios cavernícolas que la habitan.
¿Qué puedo perder? ¿La secretaría general? ¿El título de jefe
de la oposición? La secretaría general
la tengo perdida en cuanto retroceda un poquito ante los bufidos de los machos
alfa de las federaciones territoriales (algunos más cerca de la omega, para qué nos vamos a
engañar) y poco me va a importar si la enfollonadora jefe se queda con la
palabrería de los principios fundamentales que ella misma va redactando cada
día consigo misma. Que gobierne en Andalucía (hasta que Ciudadanos quiera)
quien buscó el apoyo del PP exigiéndole la abstención.
Nada nos resulta ajeno, compañeras y compañeros. Gobernamos
o apoyamos gobiernos con Ciudadanos, Podemos o IU. Puedo vanagloriarme de que
mi partido es el único capaz de gobernar con cualquiera, lo que presentaré como
una virtud de diálogo y no como una carencia de programa o de ideología o de
principios, vaya. Ofrezco algo que desde luego no tiene el candidato de la
derecha. ¿Quién me lo va a reventar desde dentro? ¿Quien gobierna gracias a Ciudadanos,
Podemos, IU o sus variantes plataformas mareantes? ¿Quien apoya gobiernos de Ciudadanos,
Podemos, IU o sus mareantes plataformas variantes?
Para ser jefe de la oposición siempre hay tiempo. Ya quedó
dicho que para desgastarse nada mejor que la oposición. Además, tendría que
votar hasta hartarme proposiciones no de ley redactadas a tutiplén por otros
para no quedarnos fuera del foco mediático o dentro del foco del PP. Incluso no
habría más remedio que poner a un grupito de parlamentarios plumillas a
escribir las nuestras. Y como me den muchos ataques de responsabilidad de
Estado y me pasee dos metros de la mano de Rajoy, si hubiera sido capaz de
contar con apoyos para ser reelegido presidente, el título de jefe de la
oposición se lo va a llevar de calle quien yo me sé.
Así que voy a liderar el partido, que para eso soy su
secretario general y no su secretario en general, y voy a liderar una propuesta
de gobierno de progreso para España. Diálogo y negociación, diálogo y
negociación… Vamos, que voy a hacer política. Quien no lo acepte, que apechugue
con un Gobierno presidido por Rajoy o con unas elecciones anticipadas. O que se
compre una camiseta de rayas rojas y se vaya a la ribera del Manzanares.
O sea, que no tengo nada que perder y sí mucho que ganar. A
partir de mañana me pongo a ello.